La artista colombiana posa en varias sesiones fotográficas en el campo y el mar pitiuso durante dos días. La cantante trabaja de día, envuelta en tules de color rosa, y se divierte por la noche, intentando pasar desapercibida en las principales discotecas de la isla
Envuelta en tules rosas, conjuntados con un biquini y la laca de uñas, con su melena rubia y ondulada descolgándose sobre los hombros, luciendo moreno y mirando intensamente al fotógrafo, Jaime de la Iguana. Shakira es un punto fucsia en mitad del tostado campo ibicenco, en el que el calor es prácticamente insoportable. La cantante colombiana, sin embargo, parece no notarlo. Levanta los brazos. Junta las manos. Arquea el cuello. Alza la pierna hasta pegarla a su cabeza.
La artista posa una y otra vez para el fotógrafo que captura sus movimientos para la campaña de su próximo trabajo y que tiene como escenario la isla de Ibiza, donde se encuentra desde hace varios días y a la que voló poco después de la fiesta de clausura del Mundial de Sudáfrica. Las imágenes se captan en dos días de intenso trabajo, buscando constantemente el sol, especialmente durante la segunda jornada, a bordo de un barco en aguas pitiusas, en la que las nubes y las sombras entorpecen un poco las sesiones frente a la cámara.
Varios asistentes siguen de cerca a la cantante. Miden la luz, colocan el difusor en el lugar adecuado, incluso cargan con más tules de color rosa por si son necesarios. Cerca de diez personas revolotean alrededor de la artista, que sonríe. Shakira, que a pesar del trabajo ha tenido tiempo para disfrutar de las discotecas de la isla, pasea entre las hierbas secas del campo de Sant Carles, que le llegan casi hasta las caderas, y comprueba personalmente cómo están quedando las imágenes en la pantalla de la cámara que le muestra el fotógrafo entre pose y pose.
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